La dama y el tiempo…

Era mi tercera comida de empresa y allí estaban todos en esa especie de aperitivo antes de pasar a comer. Veía a todos esos hombres en círculos de cinco o seis hablando. Se les veía muy interesados en hablar y escucharse. En cierta forma les entendía, eran muchas sucursales por todo el país y solo en esa ocasión, cada año, todos estaban juntos. Se les intuía que esperaban al gran jefe, al dueño. Esa era una de las cosas que nunca entendí en todos esos hombres, el miedo que le tenían, o podría dejarlo en el demasiado respeto que le profesaban. No digo que no hubiera que respetarle, yo lo hacía también, pero con la salvedad de que respeto a todo el mundo que me merece respeto. No porque me dé miedo a que me despidan o querer sacar algún beneficio de inclinarme hasta romperme el cuello (creo que me entendéis).
Me gustaba observarles, siempre he pensado que se conoce mejor a una persona viendo cómo gesticula, forma de vestir, incluso complementos que lleva. No hablo de superficialidades, pero todo suma para conocer mejor a alguien.
Marcos y Andrés intentado ser simpáticos ante Raquel y Ana, por si había suerte y podían triunfar esa noche. Manolo y Alberto con Cristina y Gloria, tanto de lo mismo, salvo porque Manolo aspiraba a algo más, Cristina era hija del gran jefe. Tampoco lo entendí demasiado bien nunca, él era casado y ella era amable sin más, como lo hubiera sido con otro de sus empleados. En fin, allá ellos, la una por su refinamiento, el otro, por su conformidad de no obtener nada en realidad, pero estaba con la hija del dueño. Justo con los compañeros de Toledo, Rafa como encargado con sus congéneres de otras sucursales. Podría decirse que los veía como un zoológico donde todas las especies estaban en buena armonía todos juntos.
Apoyado en esa barra y tomando una cerveza sabía que en cuanto actuara obtendría lo que quisiera, la atención de compañeros o llevarme a mi lado a una de esas mujeres. Nunca me he tenido por más que nadie, tampoco por menos. No era el más guapo, ni el más alto, de más o menos edad, ni con dinero, ojos verdes, mejor cuerpo… Era yo, tan fácil como eso. Hace años que dejé de buscar una explicación coherente y lógica a porqué me sucedía eso, sé que sucedía y no quise encontrar respuestas para eso.
Apareció Guillermo, el gran jefe, el todopoderoso terrestre, ni que decir tiene los empujones para darle la mano. No pude evitar sonreír, me sentía tan diferente al resto, por no decir tan superior, que coño es la humildad, ser prepotente, egocéntrico… ¿Acaso lo es quien puede demostrarlo y argumentarlo? ¿No os compraréis un Lamborghini si pudierais hacerlo? ¿Por qué es prepotente quien puede hacerlo y enseñarlo?
Y ocurrió, lo que siempre ocurría sin proponérmelo. Después de que todos saludaran a mi jefe…
—!!!Rafa!!!… Me gusta este chico. Siempre está observando, callado, sabiendo en todo momento lo que quiere y cómo obtenerlo. !!!Hugo!!!… Acércate.
—¿Cómo estás, Hugo?
—Muy bien, Guillermo, a usted no le pregunto, ya lo veo. ¿Su mujer, bien?
—No puedo evitarlo, Rafa, me tiene ganado este chico. Si, está muy bien, gracias. Hasta te diré que antes de salir solo recordaba tu nombre al decirme que salude a todos. Vayamos a comer.
Como siempre entré de los últimos a esa gran sala. Se dividía en mesas redondas con diez sillas. Todas adornadas con exquisitez. Cristina guardando la silla de su lado para mí. Raquel igual en su mesa. José igual en la suya. Y Rafa acababa con el debate y mi decisión. Hugo aquí, a mi lado. No me importaba, aunque siempre he sido pesimista le he sabido sacar el lado bueno a las cosas. Después de esa comida Rafa me apreciaría más, y a las niñas ya tendría tiempo de saludarlas y sino era así también me importaba una mierda. Al final lo importante es quien se hace merecedor de estar a tu lado. La comida se desarrolló como estaba previsto, magníficos platos, postres, puros, copas…y una partida a las cartas. Llegado ese momento muchos empezaban a despedirse hasta el año próximo, emprendían el viaje de regreso a sus respectivas ciudades. Algunos si sabían lo que deseaban, egresar para ver a sus parejas e hijos, otros, los más, por sus enceladas y malhumoradas esposas. No me digáis el porqué lo digo, lo sé, conocía a mis compañeros y a sus esposas. Yo nunca doy puntadas sin hijo, mejor lo dejamos así. Como siempre yo me quedaba a pasar la noche en un hotel. Nunca entendí salir después de beber, cientos de kilómetros en plena noche, cuando la empresa te pagaba el hotel, en fin.
Juan Antonio uno de los hijos del jefe cogió a unos cuantos para irnos a cenar. Donde curiosamente yo me encontraba entre esos, extraño, ¿verdad? Todo se desarrollaba con normalidad, hasta que me dijo que le acompañara. Me llevó a un local que desconocía de mis anteriores visitas a esa ciudad. Todo era diferente a lo que conocía, mujeres con distintas vestimentas, sin importarles si las miraban, hombres sin camisetas y grandes sombreros y a su lado otros elegantemente vestidos. Todo parecía muy absurdo al principio, pero a los pocos segundos era como ese cuadro que aunque no lo entiendas todo tiene su lugar. Debo reconocer que me sentí cómodo en esa jungla por así denominarla. Estaba a gusto. Juan Antonio avanzó unos metros y otro hombre a lo lejos hizo lo mismo. Me quedé observando como el hijo de mi jefe metía su mano en uno de sus bolsillos y sacaba un gran fajo de billetes de cien euros. Aunque en la discoteca predominaba esa oscuridad y misterio, estaba ideada para distinguir todo con nitidez. Ese otro hombre le entregó unas bolsitas que, con rapidez, Juan Antonio las introdujo en su bolsillo. En ese momento giré la cabeza y la vi, no puedo decir que desentonara en ese local, nadie estaba fuera de lugar. Pero su diferencia la hacía diferente. Era un animal bello, su aura desbordaba. Su vestido rojo hasta sus rodillas, su cabello de igual color, desplazado todo a un lado de su cara un cigarrillo en su mano derecha, unos elegantes tacones. Pensé en ese instante que era una devora-hombres, que con solo chasquear su dedos se arrodillarían a su conveniencia. No tenía a nadie cerca a ella, seguro que les daba miedo a todos un ser así, que podrían ofrecerle que ella ya no tuviera. Juan Antonio me despertó de ese sueño por así decirlo.
—Ve a los baños, te están esperando, llama a la segunda puerta de los privados que te encuentres y di quien eres.
Así hice. Me abrió un tío de Juan Antonio, le conocí en mi anterior comida de empresa. Me saludó con cariño. Encima de la cisterna sobre un papel, tres rayas de cocaína, en su mano un billete enrollado ofreciéndomelo. Nunca he tenido miedo a conocer nuevas experiencias, lo que no guste lo aparto, otra cosa hubiera sido heroína, no me gustan las agujas. ¿Cómo contar en lo que creo sino lo he vivido? No me pareció mal y succioné con mi nariz, salí de ese baño y no noté nada respecto a minutos anteriores. Supuse que de pasar algo sería dando tiempo a que actuara esa droga. Al entrar de nuevo a esa sala tuve que detenerme, esa mujer y Juan Antonio estaban hablando. Ella me miró mientras le susurraba algo al oído. Él se giró y con su mano me indicó que me acercara donde estaban ellos. Hugo, te presento a Galilea. Se inclinó como para besarme, pero no lo hizo, pegó su mejilla a la mía y me susurró al oído, quiero irme de aquí, contigo. Me separé algo sorprendido, Juan Antonio sonreía, seguro que sabía algo. Pude distinguir mejor su rostro, era mayor que yo, pero a la vez mas hermosa que cuando la vi al principio. El muy cabrón ya tenía las llaves de su coche en la mano para que las cogiera. No dudé y me fui con ella agarrándola de su mano.
En mis sueños nunca imaginé que una mujer sin tocarme podría hacerme llegar al orgasmo con solo susurrarme y rozarme. Ese pequeño río fue testigo de todo. Era posesión y lujuria. Su desnudo cuerpo era un regalo de los Dioses. Todo en ella era diferente. Supe que no había vivido nada hasta ese momento, que ya no querría nada menos que lo que me hacía sentir otra mujer. Todo era locura. Se podría comparar con un demonio follando con un ángel. Supe muy poco de ella en esa noche, qué me importaba. Qué me importaba nada, siendo mía. La llevé donde me indicó. Recuerdo que no me besó, ni me dijo nada, solo deslizó con ternura la palma de su mano por mi mejilla y la vi alejarse.
Al entrar a mi habitación del hotel fui consciente de que ya había amanecido. También volví a la realidad oyendo los ronquidos de Joaquín siempre me tocaba el mismo compañero para compartir la habitación. Me tumbé en mi cama sin desvestirme, solo me quité los zapatos. Pensé en ella, y que no estaba cansado, como si hubiera descansado muy bien. Recordé la cocaína, ese sería su efecto.
Pasaron los días, las semanas, cuando recibí una llamada de Juan Antonio, no me extrañó, me llamaba con regularidad.
—¿Cómo estás?
—!!!Vaya!!!… Ahora llama el jefe preguntando cómo están sus empleados.
—A veces me pregunto por qué te permito tantas cosas que a otros ya les hubiera puesto de patitas en la calle. Aunque en casa es igual, raro es que no salga tu nombre cenando, mi padre, Cristina, incluso mi madre. Nunca te he preguntado porqué no estás con mi hermana. Sabes que se muere por ti, y teniendo el futuro asegurado otro en tu lugar lo hubiera hecho.
—!!!uffff!!! Cristina es preciosa, y sé que todo en la vida me sería más fácil estando con ella, pero no es de mi mundo, no lo entenderías.
—En fin… Galilea me ha preguntado por ti, otra cosa que tampoco entiendo, pero tratándose de ti, ya no quiero entender, me cabrearía.
—¿Y qué te dice?
—¿Ves? Me cabreas, que va a querer, verte y que la folles, que la montes en un tiovivo no creo, pero vete tú a saber estando tú en medio. ¿Qué le digo entonces?
—Juan Antonio, pilla una habitación de hotel para este viernes hasta el domingo, ya te la pagaré o me lo quitas de las comisiones.
—Eso está hecho, no te preocupes por pagar nada, Ahora te paso su número de móvil, porque seguro que ni lo tienes, manda cojones, la mitad de la ciudad queriendo tener algo con Galilea y tú haciéndote de rogar.
Hasta el viernes no esperaba volver a verla, tampoco me preocupaba, ya os lo dije antes, nada debe preocuparte si no preocupa al otro antes. Un puñal puede herir, pero no hace daño, lo que hace es que se adentre y no puedas sacarlo. El daño y el placer cuanto antes mejor, el primero porque no dará tiempo a que te duela y podrás vivir, el otro, porque lo que dejes de amar hoy, mañana no puedes recuperarlo. Claro que pensé en todo durante ese trayecto, cómo amarla, qué sitios visitar, conocerla un poco más ya que no sabía prácticamente nada de ella. Pero dejé de pensar, todo surgiría con naturalidad, todo pasaría como ambos deseáramos. Y claro que tenía nervios, aunque nunca se me han notado, cuando alguien te importa son inevitables.
La amé cada segundo que estaba con ella, me sorprendía cada minuto, no puedo decir que superaba mis sueños, porque nunca soñé nada igual. Era madre soltera y era veinte años mayor que yo, en ese momento nada me importó. Supongo que estas cosas influyeron en mi decisión. Nos vimos cada fin de semana a partir de ese primero. Cada uno de ellos, mejor que el anterior. Teníamos una especie de acuerdo no escrito. Yo pasaba a esa discoteca, pedía una copa y la localizaba con mi mirada. Ella ya sabía dónde se encontraba mi vehículo y comenzaba a despedirse de las personas que estaban con ella. Fueron los once mejores meses de mi vida. Hubiera muerto en cualquier de esos encuentros sintiéndome feliz a su lado. Recuerdo sus últimas palabras.
—!!!Hugo!!! Quiero que seas feliz, que encuentres a esa mujer, que te cases, tengas hijos, yo siempre estaré aquí para ti.
Sí, fui un COBARDE, es la única vez que lo he sido, por eso os entiendo algunos, yo conozco todos los mundos, por eso puedo hablar y argumentar todos. Por eso comprendo a quien dice ser cobarde, me conformo con eso, que lo reconozcan, no a esos otros que dicen no ser y lo son. Han pasado muchas mujeres por mi vida, pero ella sigue conmigo, es parte de mí. La veo a menudo en mi mente y no quiero que se vaya, y el tiempo no se ha acabado, volví a verla años después… pero ese será otro relato, si me sale los cojones escribirlo, claro está.
Besos a todos.

La dam

23 respuestas a “La dama y el tiempo…

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  1. Precioso, Cuervo. Me gustaría saber de esa continuación… Espero que no seas muy duro con el protagonista. De escribirlo yo, el reencuentro sería hermoso, pero yo no soy el Cuervo, claro. Gracias por tus relatos. Te seguiré leyendo.

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      1. Puede que si, pero estoy seguro que te haré sentir. Sino lo logró te pediré disculpas y llevarás razón en lo de creído. Pero no creo que te gustan mas esos que dicen…uffff intentaré hacerte sentir…espero hacerte sentir…

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  2. Cuervo me a llegado yo vivi algo parecido y dije esa mismas palabras a un hombre menor que yo …me gustas Cuervo no es decir me gusto la historia….ya me entiendes

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  3. Bueno este relato me deja uff y te argumento ajajaj lo primero creo que la modestia en ti brilla x su ausencia cosa que no me parce mal siempre sea así directa y clara y no la falsa modestia. El relato esta bien escrito nos das muchas claves y las sustancias no creo que sean necesarias para pasar una noche de locura y lujuria pero como dices sino pruebas no sabes..
    Has sido discreto en la relación lo cual se agradece pq no es un relato erótico sino una experiencia y por otro lado el que te dejará esa huella no creo que solo fuera por la relación intima con ella habría algo más seguro .. espero la continuación si a usted le parece bien jj .
    Un saludo y gracias por compartirlo con tod@s.

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  4. Cuéntanos la 2 parte con Galilea porfiiiiiiiiiiiiii. Me gustó mucho tu relato y, aunque no sabía si era todo real, te reconocí enseguida, Eras muy joven y Galilea quería que vivieras otra vida, aunque no fuera con ella, se sacrificó y te dejo marchar. 😘😘

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